La transformación de los vampiros de aterradores asesinos chupasangre en almas incomprendidas, sensibles y emotivas se completó con el reciente estreno de la película “Crepúsculo” (Twilight).
¿Cómo ocurrió esta traición flagrante al legado de Bram Stoker?
¿En qué piensa usted cuando escucha la palabra vampiro? ¿Hombres con capa negras, rostros pálidos, colmillos salientes y un deseo insaciable de sangre humana?
¿Misteriosos transilvanos que duermen en ataúdes durante el día y aletean en la noche cual murciélagos?
A lo mejor ve imágenes de muertos vivientes, que huyen del ajo y a los que sólo se les puede matar clavándoles una estaca de madera en el corazón.
Eso era antes. Los vampiros de ahora, como decíamos, se han transformado.
Ya no son aquellos tipos sospechosos con acento extranjero, voces raras y hábitos alimenticios aún más extraños. Ahora son unos muchachos súper chéveres, objeto de la lujuria femenina y de la envidia masculina.
“Crepúsculo”, la película, que se estrenó hace poco para el mercado en español, es la adaptación de la primera de una serie de novelas adolescentes sobre vampiros de la escritora estadounidense Stephanie Mayer.
Cuenta la historia de Bella (Kristen Stewart), que se enamora de Edward (Robert Pattinson), un vampiro de 108 años que parece de 17.
Edward no es el típico Drácula muerde-pescuezos que desangra a la chica humana y aterroriza a la platea. No.
Es un muchacho buen mozo y vestido a la moda, además de “vegetariano”. Es decir, resiste la tentación de beber sangre humana y sacia sus instintos con animales.
No es un cuento de terror, sino de heroica circunspección. Edward no sólo renuncia a la sangre humana sino también a su deseo por Bella, negándose a besarla para no verse tentado a llegar más allá y vaciarle las venas.
Al parecer, el vampiro ya no es más un depredador en busca de humanos desprevenidos. Al contrario, ahora es el símbolo del celibato y el sentido común.
Sangre de cerdo
¿Cómo fue entonces que el vampiro dejó de ser un personaje de pesadilla para convertirse en el sueño de las adolescentes? ¿Cómo cambió de figura maligna a forastero anhelado?
En realidad, el Edward de “Crepúsculo” no es el primer vampiro “vegetariano” que lucha contra sus oscuros instintos.
En la serie de televisión de culto “Buffy la caza-vampiros”, que comenzó a finales de los ‘90, Angel (David Boreanaz) tiene conciencia y alma. Se resiste a beber sangre humana y se alimenta de sangre de cerdo.
Angel es también un ejemplo del vampiro decente y atractivo que ayuda a la exterminadora de los de su especie y hasta coquetea con ella.
Para Milly Williamson, autora de un libro sobre la fascinación sobre los vampiros, los cambios culturales en la representación de los vampiros revela mucho sobre la propia sociedad que la genera.
Ha habido un “gran cambio”, afirma Williamson desde el vampiro representando como un forastero exótico -como en la poesía romántica del siglo XIX y más adelante en “Drácula”, de Bram Stocker (1897)- al vampiro visto como un rebelde excéntrico.
“Desde la década de los ‘70, el vampiro ha adquirido una imagen fresca, de muchacho travieso, exótico y sexy”, afirma. “Se convirtió en un ser compasivo, alguien que inspira simpatía”.
Pero advierte que el fenómeno no es completamente nuevo.
Ya en el periodo Romántico, en el siglo XIX, cuando había una gran fascinación con los “vampiros” de Europa del Este, “se consideraba al vampiro como un ser lleno de sufrimiento, que padecía las contradicciones entre su esencia y sus deseos y lucha contra ellos”, explica Williamson.
Aunque esto es muy significativo, es un aspecto del acervo sobre los vampiros que no se había expuesto hasta los ‘70, dice la escritora.
“El vampiro es un símbolo muy flexible de cosas muy distintas. Puede ser una amenaza para nuestras vidas, pero también puede ser un incentivo para apartarnos de nuestras vidas”, afirma.
“Lo más interesante es que en los ‘80, la era de (el presidente de EE.UU. Ronald) Reagan y (la premier británica Margaret) Thatcher, el vampiro hasta llegó a convertirse en símbolo de los valores familiares. Las películas de vampiros ‘Jóvenes ocultos’ (The lost boys) y ‘Los viajeros de la noche’ (Near dark) tratan el tema de mantener unidas a las familias, no importa si son humanos o vampiros”.
Para Williamson, la clave en estos cambios en la representación de los vampiros -de algo amenazante a algo tentador- yace en las rebeliones sociales de los ‘60.
“El movimiento contracultural cambió la manera que tenemos de percibir a los que están supuestamente afuera de la sociedad tradicional. El movimiento acogía a los de afuera en lugar de denigrarlos”, dice.
“Herejes”
El vampirólogo Bruce McClelland, autor de un libro de historia sobre los vampiros, está de acuerdo.
“Lo que ha cambiado no es tanto el vampiro, sino nuestras actitudes hacia los excluidos, los herejes”, asegura.
De hecho, McClelland afirma que, según sus investigaciones, la palabra “vampir” era un término eslavo para describir a los herejes, los que estaban fuera de la comunidad cristiana.
Agrega que en diferentes momentos de la historia, y por razones muy distintas, los vampiros han sido acogidos o relegados en las manifestaciones culturales.
Asegura que para muchos Románticos e izquierdistas del siglo XIX el vampiro se convirtió en el símbolo de cómo la sociedad minaba la voluntad de la gente durante la Revolución Industrial.
“Drácula”, recuerda McClelland, fue publicado durante la Revolución Industrial.
En tiempos más recientes, el movimiento “gótico” rescató la iconografía de los vampiros “porque se identifican con ese aspecto de chivo expiatorio del vampiro, que siempre es rechazado por la sociedad”, dice McClelland.
Los vampiros son siempre los mismos, asegura, nuestra actitud hacia quienes son diferentes es lo que está en constante vaivén.
Sin embargo, no todo el mundo comparte la pasión que han generado los nuevos vampiros vegetarianos y célibes, como el de “Crepúsculo”.
Nina Auerbach, autora de un libro sobre los vampiros y su relación con las personas, se atrinchera en el campo tradicional.
“Los libros y las películas para muchachitas adolescentes, como ‘Crepúsculo’, son todos iguales por definición. Yo prefiero pasar sustos”, dice la escritora.
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